Abrazar lo desconocido
Y gritar.
Y que los dragones y rayos y lo que fuera aullasen en respuesta.
Y que lo hicieran, le tembló el labio, pero que fuese de verdad, que fuese real. Que le ayudaran como ayudaron a otros antes que él, por un criterio que nadie sabía. Quizá solo por azar.
No vinieron.
En su lugar, la vio a ella.
Avanzaba, lentamente, pero sin llegar a ser frustrante. Que fuera despacio a él le sentaba mal, sentía que las palmas de las manos se humedecían, más cada vez, hasta asemejarse al mar, hasta parecer que era el océano lo que tenía entre los dedos. Y ella avanzaba, triste, pero confiada, porque creía en ello.
Creía en el deber de matarle.
Y, sin más opción porque no le ayudó nadie, él alzó los dedos que movían el mar.
Y que los dragones y rayos y lo que fuera aullasen en respuesta.
Y que lo hicieran, le tembló el labio, pero que fuese de verdad, que fuese real. Que le ayudaran como ayudaron a otros antes que él, por un criterio que nadie sabía. Quizá solo por azar.
No vinieron.
En su lugar, la vio a ella.
Avanzaba, lentamente, pero sin llegar a ser frustrante. Que fuera despacio a él le sentaba mal, sentía que las palmas de las manos se humedecían, más cada vez, hasta asemejarse al mar, hasta parecer que era el océano lo que tenía entre los dedos. Y ella avanzaba, triste, pero confiada, porque creía en ello.
Creía en el deber de matarle.
Y, sin más opción porque no le ayudó nadie, él alzó los dedos que movían el mar.
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