Abrazar lo desconocido

Y gritar.

Y que los dragones y rayos y lo que fuera aullasen en respuesta.

Y que lo hicieran, le tembló el labio, pero que fuese de verdad, que fuese real. Que le ayudaran como ayudaron a otros antes que él, por un criterio que nadie sabía. Quizá solo por azar.

No vinieron.

En su lugar, la vio a ella.

Avanzaba, lentamente, pero sin llegar a ser frustrante. Que fuera despacio a él le sentaba mal, sentía que las palmas de las manos se humedecían, más cada vez, hasta asemejarse al mar, hasta parecer que era el océano lo que tenía entre los dedos. Y ella avanzaba, triste, pero confiada, porque creía en ello.

Creía en el deber de matarle.

Y, sin más opción porque no le ayudó nadie, él alzó los dedos que movían el mar.



Comentarios

Irene R. ha dicho que…
Supongo que tú lo has dicho, 'triste, pero confiada'. Me recuerda a las películas esas en la que la protagonista es preciosa por fuera al principio y, por una razón que nadie entiende, nadie se relaciona con ella. Y luego acaba siendo preciosa por dentro y blablabla. No sé, pero te juro que él también movía el mar sin mover un sólo dedo. Aún lo hace.