trinando a los pájaros, rubia.

Otra más. Odio esta lista.
Desde mediados de mayo hasta hoy. Un buen día. Como todos. Nunca voy a olvidar este año tan intenso. Tu forma de frotarte contra la barbilla como si quisieras fusionar nuestros huesos, tu pelo de puercoespín, más largo de lo que parecía, podía enterrar la mano en tu pelo oscuro (¡marrón!) y sus raíces rubias, mi rubia. Michelín. Tus trinitos al saltar a cualquier parte, oncluso cuando te abalanzabas desde el suelo sin un ruido en la gente. Estos decían que me preferías a mí, ojalá sea cierto. Pero saltabas al cuello de cualquier visita que se te pusiese a tiro, no sé si te acordarás cuando vuelva a verte. Eso espero, porque hasta mis amigos te van a echar de menos y tendrás que recordárselo.
No voy a olvidar tus saltos, tus trinos, tu malísimo olor de boca, tus dientes feoz, ese colmillo torcido que se clavaba cuando te frotabas. Lo que nos costó que dejases de dar mordiscos cuando te frotabas contra las barbillas, miedo de que te tratásemos tan mal como te habían tratado las cosas. Los rabazos que dabas. Los ataques de rabia contra tu propia cola cortita. Nunca conseguimos que dejases de desgarrar los sofás. O de asaltar la mesa, estuviera quien estuviera, para coger comida. Si no le echabas la zarpa desde una de las sillas. Te encantaba coger la comida con esas uñas tan afiladas que teníamos siempre cortadas.
Cuando me despertaba contigo en el cuello. Sobreviví a ti, Chell. La vida es cruel. Inmensamente cruel. Y eso que, para empezar, fue un milagro que aguantases hasta robarnos el corazón.
Estoy muy triste de que el cielo se esté quedando con todas mis estrellas. Ojalá florezcas pronto y también vuelvas a hacer tan bonito nuestro camino.
Tu vida habrá sido cortita, pero yo te voy a echar de menos toda la mía, Rubia.


Comentarios