Todo por ella.

——¿Estás segura de que no lo has imaginado?
Y dijo algo muy cierto, siempre he pensado que fue la primera en entender de verdad aquella esencia, cómo miró hacia a la izquierda como si acechasen allí pero a la vez hacia mí, siempre pienso en que fue la primera en acertar.
—Nadie podría imaginar eso.

Estaba asustada. Los niños de su edad no saben reaccionar al miedo. Abren mucho los ojos, lo miran. Y aquella niña parecía más allá de todo eso. Callada. Los ojos parecían en el filo de sus órbitas todavía, de impacto, pero no quería huir. No buscaba a sus padres. No los tenía, es cierto, pero no los buscaba. Ella sabía que no había escapatoria. No a aquello.

—Aquí estás a salvo —dije al fin.
Ella miró mi espada con sus ojos castaños, luego me miró a mí.
—No quiero asustarle —dijo suavemente—, pero yo creo que no se puede estar a salvo.

Luego sonó el rugido.
Y entonces rugieron también todas las paredes.
Creo que entonces notamos a la vez el olor.
El olor dulce del aire. La mismísima atmósfera se volvía puro hielo. Era como aspirar una nube con cristales de hielo, y la nube descendía por la tráquea hasta oprimir los pulmones.
—Vienen a por mí —susurró.
E igual que ella había sabido que iban a por ella, yo lo supe también. Aquel frío en las entrañas que me daba ganas de romper a llorar, el rugido de los muros, porque su piedra seguía aullando ásperamente, aquel olor atrayente eran por ella.
La atmósfera pareció coger forma. La atmósfera rota, bajando por las escaleras. Bloqueando nuestra única salida.
Y si íbamos a morir allí estaba bien morir por ella.


Comentarios

Verónica Laeddis ha dicho que…
Qué placer volver a leerte :)
Trece ha dicho que…
Joder, Eri, es que escribes muy bonito. Dicen eso de "lo bueno, si breve, dos veces bueno", y me lo creo. Pero si tus textos fuesen más largos, no me quejaría. Hahahaha.

Un abrazo. ♥