Botín de los años 30.

Desde luego que por su mirada era dinamita.
Ella era irascible, y se hacía atascos con su propia lengua cuando intentaba hablar, especialmente declararse; pero había que oír su fluidez cuando se trataba de arañar y hacer daño de cualquier forma, lo que inducía a creer que te engañaba y no era una sensación de buen gusto.
Pero me casé y tuve hijos y ella seguía protagonizando mi imaginación, mis encuentros conmigo mismo en el baño y mis escapadas al hotel que ella quería, o a su apartamento para que me montara el espectáculo como si la cornuda fuera ella y no su marido, todo porque ella no me terminaba de gustar, pero su mirada, eso sí que era dinamita de los años 30.


Comentarios