Nadie gritaba de aquella manera en pleno silencio.



Sé que querías a Riche.
Yo sé que la querías porque también sé que aquella forma de hablar de odio no podía fingirse. Sé que te enamoraron sus vacilaciones, sus desperfectos, porque sus virtudes los tenía mucho mejores mucha gente más. Pero nadie torcía la boca de aquella manera. Sé que, cuando la llamabas mi grande, porque Riche era demasiado pequeña para ser pequeña, lo decías de verdad.
 De esa manera en la que solo se dicen un par de cosas en la vida, con el corazón trepidando a mil por hora como si quisiera convertirse en un cohete. 
Sé que hablabas con sinceridad de que la odiabas pero mirabas las muecas que se veía que había empezado a hacer cuando era un bebé y aún no sabía nada de todo aquello, ni de ti, ni de vosotros, ni de la guerra que os iba a matar. Y todavía las hacía, inconsciente, inocente y ante todo, bonita.

Yo sé que la querías, Yune, sé que matarías por ella si te pidiera que lo hicieras, en lugar de pedirte que le secaras los ojos cuando venía de matar. Y darías lo que fuera por oír que te lo pedía. Sé que querías toda esa guerra que estaba dentro, tan dentro de ella, porque si moría la guerra de verdad morían las dos.
Yo sé que, por fuerza, el calibre de aquello tenía que ser intensamente auténtico, yo lo sé, pero Riche no.
Nadie gritaba de aquella manera en pleno silencio. 

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