Aunque hace mucho que no recuerdo nuestro día

nunca se me olvida que hubo un día para nosotros.
Eve, Eve, o mal escrito o mal leído, quién sabe quién lo supo.
Agarrada de mis manos al borde del agua. Me da miedo caerme al agua y que escribirte deje de ser lo último que haga.
Y yo te llamaba Nieve porque se deshacía. Tan blancucha como un copo y lo que me gustaba soplar en tus lunares, aunque... aunque qué curioso que nunca saliera volando.
Dicen que me engañaron cuando se lanzó al agua a respirarla y yo eché a llorar un mes, hasta volverme lago. Eso dicen pero ellos no saben del idioma que sus pupilas hablaban, que hablaban de verdades verdaderas.
Ella se hizo agua y yo lloré en él mucho tiempo. A lo mejor olvidé entonces como se olvidaron de nuestro mito.
Tirre y Eve, mares en proceso de fundición eterno. Y ¿te acuerdas del jardín? Cómo se enfadaron cuando nos escapamos y el sabor prohibido de tu piel agridulce para siempre conmigo.

Y huir una vez a la semana. Eso es vida (según latía tu corazón pagano de tatuajes).
Una vez a la semana en nuestro día y rodeabas mi tatuaje de tribal con esa fuerza de fiera en peligro. Hasta que la vida se nos cale.
A veces aún recuerdo tu sabor los viernes cuando muerdo una manzana. Quizá un día me pregunte si no debería devorarte en esos labios de rosa tintada de pecado.




Comentarios

Carlos ha dicho que…
Amor, por este texto, por cómo escribes, por todo.

Un beso Erii.