Hasta la médula, por tu mala ortografía.

— ¿Sabes? — me dijo una vez tras hacer el amor —, escribí un cuento una vez.
Se le enredó la mano en las ondas de mi pelo y se empezó a reír mientras yo deshacía los nudos intercalados con besos en sus dedos.
—Se te ve en los ojos.
Me dio un beso largo robándome los labios mientras se hacía de noche, y demasiado tarde para leerme una historia que animara la noche. No; aquello era más una noche de cóctel amargo intercalado con chupitos de ron.
Tras beber mi aliento intentó enredarse de nuevo en mi pelo mientras perdía la mirada lejos.
Y yo miré las botellas que ya no nos cabían debajo de la cama, ni en los ojos enmarcados en púrpura, ni en los hígados cansados de filtrar lo cruel que era la vida en aquellos tiempos.
—Entonces un día me levanté y lo había olvidado, y me metí en esto. Hasta la médula por ti, Ache — y peleó agridulce con mi lengua de nuevo.
Un día me desperté y no nos quedaban botellas que esconder bajo la cama. Los monstruos se las habrían llevado, cansados de vernos sin miedo.
Me di cuenta de que Ube se había ido con toda la droga que se le escapaba de los labios, y lo peor, me di cuenta de que se había olvidado por qué me llamaba Ache, por qué escribía con tan mala ortografía la ube de su nombre.

Comentarios

Andrea ha dicho que…
Me encanta, quiero saber más de estos dos :3

abrazos (de oso)
While ha dicho que…
Hacía mucho que no te leía, señora Clío. Me ha encantado esta escena, de verdad que sí *-*