En el colegio jugábamos a la ruleta rusa.

( leed . primero . a . Patrig ) 

—Ella no estaba hecha para elegir, Mak.
Las manos de Mak brillaban con mi sangre. Miró un segundo por encima de mí. Apenas unos metros me separaban del agua del puerto. Sí, habría sido fácil para Stela tirarme al agua. Pero no tanto como para Mak.
Volvió a bajar la cabeza y siguió peleándose con mi herida.
—¿Y?
El dolor de la bala apenas me dejaba respirar y solté aquellas palabras ahogadas.
—Yo la hice elegir.
—Es culpa tuya.
—Cla...
Me ahogué con mi propia sangre y Mak me giró con una patada suave.
—Si te pones boca arriba la sangre te llegará a los pulmones.
—En el colegio ya eras jodidamente bueno inventándote excusas. ¿Te voy a deber una copa por esto?
Mak sonrió mientras yo perdía la consciencia.
—Pero una buena. —oí el seguro de una pistola. —Ya te la cobraré en el infierno.

Bang.

El tiro me atravesó la pierna y no me quedaban ni fuerzas para un quejido. El pie de Mak se me clavó en las costillas y me arrojó al agua. Y yo me hundí, me hundí y me hundí, hasta que el agua no me cupo en los pulmones.
Me estrellé contra la madera y me cubrieron la boca.
—No sé si sigues vivo, pero si lo estás, cállate —me quitó la mano de la boca y me giró para dejarme boca abajo. Nunca en toda mi vida me costó tanto no gritar.
El suelo se movió bajo nosotros cuando ella se retorció sin un ruido. Entonces escuché los disparos.
Hice el gesto de levantarme y ella me derribó de una patada en el pecho y se apoyó sobre mí.
—Si hablas estamos muertos.
—Has disparado a Mak...
—Yo no, idiota —se tumbó sobre mí y noté la sangre agolpándose en mi garganta. Me miró mientras contenía el aire—. Pero te ha salvado la vida.