Ceniza mira a Louco.
Ceniza mira a Louco con la impresión de la sangre centelleando en sus pupilas.
—Tú me enseñaste a dormir, Louco.
Louco alza una ceja mientras se acerca a ella con los vaqueros ya medio caídos. Ceniza nota la sangre en la garganta.
Está volviendo a matar. En alguna parte. Dios, está volviendo a hacerlo y yo medio desnuda.
—Tú me enseñaste a dejarme descansar.
—¿Por qué tienes miedo de quererme entonces?
Ceniza ladeó la cabeza mientras notaba pegarse a su piel la sangre que otra salpicaba lejos de ella. Casi como si no pudiese hacerle daño.
—Tampoco recuerdo un momento más triste que ese.
Louco la arropa con los labios y el calor de su aliento, a veces, casi la reconforta.
—¿Es que ella ha vuelto a hacerte daño?
Ella podría no haber matado.
Podría no haber existido.
O podría haber matado cualquier noche. Cualquier otra noche. Pero ha elegido esta.
Ceniza miente con su sonrisa amarga entre dientes y el ruego mudo de que no intente comprobarlo.
Y los labios que insisten en abrazarla, esta noche vueltos dulce, esperando a llenarse de ácido mañana, que dibujan en su cuello el «mi dulce mentirosa».
—Tú me enseñaste a dormir, Louco.
Louco alza una ceja mientras se acerca a ella con los vaqueros ya medio caídos. Ceniza nota la sangre en la garganta.
Está volviendo a matar. En alguna parte. Dios, está volviendo a hacerlo y yo medio desnuda.
—Tú me enseñaste a dejarme descansar.
—¿Por qué tienes miedo de quererme entonces?
Ceniza ladeó la cabeza mientras notaba pegarse a su piel la sangre que otra salpicaba lejos de ella. Casi como si no pudiese hacerle daño.
—Tampoco recuerdo un momento más triste que ese.
Louco la arropa con los labios y el calor de su aliento, a veces, casi la reconforta.
—¿Es que ella ha vuelto a hacerte daño?
Ella podría no haber matado.
Podría no haber existido.
O podría haber matado cualquier noche. Cualquier otra noche. Pero ha elegido esta.
Ceniza miente con su sonrisa amarga entre dientes y el ruego mudo de que no intente comprobarlo.
Y el suave temblor de una niña pequeña con miedo, demasiado miedo, miedo hasta en los ojos, miedo dentro del cuerpo,
y demasiadas ganas de no tenerlo.
—Ella no puede hacerme daño, Louco. Ni siquiera tú puedes.Y los labios que insisten en abrazarla, esta noche vueltos dulce, esperando a llenarse de ácido mañana, que dibujan en su cuello el «mi dulce mentirosa».
Comentarios
Me fascina :3
(abrazos azucarados)
(petons
acalorats)
p.D (quiero más)
(Y he pasado por watpadd, para cotillear y eso, y se me ha hecho la boca agua)
Besitos <3
Un beso
(y chicles de fresa)