Nolo contendere.

— ¿Te gusta cómo queda? —dijo Lisa entrando en nuestro salón.
Desplegó la pancarta con la habilidad del que está acostumbrado. El título me dejó sin aire, ver mi nombre ahí estampado, en esa famosa galería. Conseguí respirar, despacio, temiendo que si algo comenzaba a moverse rápido aquel sueño acabaría por dejarme detrás.
— ¿Y bien? — sonó sólo un poco nerviosa, después de todo vivía de eso. — Esta vez me empeñé en hacer yo las letras.
—Es p... ferp... —me mordí la lengua a propósito y conseguí arrancar—: Increíble. Literalmente. Es que no... no puedo creerlo.
Lisa sonrió orgullosa y plegó el cartel antes de girarse hacia todos los materiales que tenía en la mesa y el suelo. Claro, tenía que seguir trabajando en aquel proyecto. Casi evitaba pensarlo para no gafarlo: mi proyecto.
—Es literalmente increíble, Lis... —pensé en voz alta. Lisa dibujaba con precisión y, si no la conociera, creería que ni me oía. —Hace un mes, estaba deprimido porque nadie creía en mi trabajo. Ya ni siquiera yo. Tú eras la única... Y de repente... esta oferta... Es tan...
Fue un relámpago que me dolió sin entender por qué. Hizo un trazo gigantesco, horrible. Pero no se detuvo en el error. Comenzó a dibujar encima sin detenerse, hasta que el trazo quedó oculto.
Entonces se me encendió la luz que todos habíamos intentado mantener apagada sin que me diese cuenta. Ese relámpago que destapó los ases bajo la manga. Nadie me conocía y menos gente todavía estaba dispuesta a darme la oportunidad para empezar. Pero no Lisa. Ella, que se movía con los mejores, creía sinceramente en mí.
Aquella oferta salida de la nada en un sitio en el que Lisa colaboraba tanto. Aquella oferta que me había sacado de la depresión, que me había devuelto las ganas de creer en mí y en mi arte, que sonaba tan increíble, era eso. In-creíble.
—Lisa... —no dio muestra de escucharme, y no volvió a equivocarse, pero no callé. —No lo habrás hecho solo porque me quieres, ¿verdad? Porque sabes que necesito ese empujón. Lis —la miré fijamente hasta que sus trazos se volvieron lentos —, tú no has tenido que ver, tú no has hecho que me diesen esta oportunidad.
Me miró de reojo, y murmuró:
—No. No lo he hecho, pero no hagas que tenga que volver a hacerlo.

Comentarios

La de las Wayfarer ha dicho que…
Precioso. En serio, genial.
Besos.
Miss Frenesí ha dicho que…
Supongo que a veces necesitamos ese empujoncito en nuestra vida, aunque a veces nos cueste admitirlo.
Un beso enorme bonita :)