Solo una melodía hermosa.
Le temblaban los dedos cada vez que pulsaba una tecla.
Era por la atrofia, le dijo una vez el médico. Llevaba demasiado tiempo haciendo el mismo movimiento. Muchos años. Constantemente. Sin cesar.
Lora solía abrazar al pequeño Adam desde la espalda con cariño sin que él dejase de tocar su piano etéreo.
Cuando llegó a casa aquella tarde, Adam estaba sentado sobre un taburete. Sus piernas pendían de la madera, suspendidas en la nada, tenuemente sacudidas por un ritmo insonoro.
—Hola, Adam —susurró Lora, dándole uno de sus abrazos por la espalda.
—Hola, Adam, soy Mike —se presentó el novio.
Silencio.
—¿Qué le pasa? —murmuró el invitado al ver las manos del niño, sacudidas espasmódicamente.
—Nada. —Lora acarició la mejilla de su hermano. —Toca el piano...
Le cogió en brazos y cargó con él hasta llevarle junto al piano. Le sentó en el taburete, levantó la tapa de las teclas y los dedos de Adam comenzaron a hacer sonidos.
Una melodía maravillosa, desgarradora.
—Adam estaba tocando el piano cuando mataron a mis padres. —susurró Lora, mirándole con una sonrisa amarga mientras se rozaba la única cicatriz externa, en la mejilla. —Estaba tocando el piano, era lo que más le gustaba hacer... Su mejor forma de expresarse... Y desde entonces, eso hace.
Comentarios
(mis oídos han sido testigos de tan bella melodía; gracias Adam;)
*mimitos de Clío y Ulises,
desde el mar Mediterráneo*
Es desgarrador.
Viele Grüße cumpleanera
A veces la realidad es muy dura, y que la melodía de Adam no cese, y aunque sea a partir de las teclas que nos llené el corazón con sus notas.