Los enamorados no tenemos remedio.

—Ya te he dicho que no me beses... Hazlo si quieres, pero tienes que saber lo que hay debajo. Debajo de los ojos bonitos, más debajo todavía de la mente hiperactiva. Hay un... algo roto. No sé qué es, pero lo noto retorcerse dentro, de vez en cuando. Como un gusano, un parásito que vive a mi costa. No puedo estar orgullosa de lo que hago. No puedo sonreír con un cumplido. El gusano lo devora. La felicidad, la alegría, la satisfacción. El gusano sólo me deja la cáscara para que aspire el olor de lo que tendría que saborear. Él me mata, él me extingue. Soy la mujer con la canción más triste del mundo dentro. De sangre y muerte. Intento escapar. He perdido la cuenta de las veces que quise huir. Pero soy débil. Y él me vuelve a devorar con más lujuria, con más desesperación a caída que sufro. Porque tropiezo. Una vez y otra. Vivo en un tiovivo dantesco del que no puedo salir... no sé salir... no querría salir. Entiendo la mirada de tus ojos. Tienes miedo. Yo también lo tengo. Cuesta mirar al abismo sabiendo que también te mira. Pero así es la vida. Te haces mayor con un golpe seco y te ves desnuda ante él. Disfrútalo, porque te has ido a encontrar con el diablo que se meterá dentro de ti hasta chuparte el alma. Y tú todavía quieres besarme. Los enamorados no tienen remedio.