De magos y brujas en estado de fundición.
—No.
El tono firme no la engañó. Compuso su mejor mueca de súplica.
—Por fa...
—Podrías enloquecer.
Victoria, dijo para sus oídos entre dientes.
—Podría no hacerlo.
—Tanta insistencia... ¿Para qué?
Encogió sus huesudos hombros, los que amenazaban con resquebrajarse con cada soplido.
—Por curiosidad.
—La curiosidad mató al gato.
Pero lo dijo con ese tono. El de suave rendición. Le abrió su corazón y ella buceó dentro.
La negrura se adueñó de sus ojos con voracidad, una bestia sedienta e insaciable.
Retrocedió sorprendida y él dibujó una sonrisa torva.
—Nunca había visto a un hombre tan vacío seguir latiendo— murmuró.
—A veces te rompen tanto que llega un momento en el que te quedas sin corazón que pueda volver a destruirse. —dijo el mago con aquella sonrisa derruida. —Sin más magia con la que empapar las palabras.
Entonces Gabriel vio por primera vez el suave temblor de su cuerpo y, sin más, abrazó su piel helada, suave, cuidadosamente, temiendo romperlo también.
Comentarios
Es de esos textos que me dejan sin palabras.
Besos,
Bo.
Ahora cada vez que tengo un pájaro en mi jardín (osea, ahora...y ahora...y ahora) me receuerda a tí :)
Besitos
Me ha encantado.
Tiene esa magia y ese amor que hace este texto perfecto.
(ositos
de goma)