bittersweet.

La brisa empalagosamente salada la estaba empapando tanto que a duras penas contenía los temblores.
    Y ella, ella lo había advertido, lo había predicho. Lo había gritado en su habitación entre llantos de meses de incertidumbre. Lástima que nadie hubiera podido oírla.
    Porque allí estaban, parados. En la cima del mundo, la corona del mar. Con el mar lamiendo la tierra, la orilla abajo, rugiendo, gritando para que tuvieran valor. Pero ella sólo temblaba y él sólo contemplaba el horizonte.
    Ella quiso chillar una vez más, pero se había acostumbrado a que las nubes fueran la única escucha. El nudo en la garganta le impidió decir que dejara de fingir que no le importaba, que por una vez tuviera el valor de dar él el paso.
       Pero él no lo tenía. Y ella no podía dejarle ahí, consumiéndose en sus telarañas de miedo. «Yo lo daría todo por ti, pero tú sin mi mueres», le dijo una vez. Ella se desgarraría el alma por él. Ella lo perdería todo. Pero él no podría dar ese paso para salvarla...
y... y... sin embargo... sería él el que no sería capaz de seguir viviendo.
    Así que intentó hablar. Porque alguien tenía que saltar al vacío, alguien tenía que lanzarse a morir para comprobar que el otro se lanzaba a salvarle. 
Se acercó, temblorosa. Lo recordaba. Nunca habría podido olvidarlo. No podía hablar, hacía meses que había perdido la voz... pero aún así quiso decírselo todo, quiso hablar con el corazón. Aunque sin moldear las palabras fuera imposible que entendiera que temía por él, que aquel paso lo daba por él, para salvarlo.      Aun con todo, lo intentó.
     Entonces él la miró de reojo y sonrió.
—Siempre preocupándote por mí —murmuró.
Ella le limpió las perlas de los ojos con los labios, con suavidad, ella intentó reconfortarle. Él leyó las palabras en ella abrazándola, pero no quiso escuchar que ella gritaba que era imposible. Que la felicidad no existía.
—No llores... —susurró él con voz entrecortada, y ella solo pudo callar. Se obcecaron en creer cuando la fe es creer lo que sabes que no existe.—Una vez te dije que el corazón puede leer las palabras... Que tu voz la esconde
tu mirada...



Comentarios

Mandarina ha dicho que…
Casi lloro...por qué me haces esto?!?!?! :) Ale, deja de encender mis sentimientos, qu eme siento manipulada cuando escucho una canción bailonga y mientras casi me muero de pena! :):)
Andrea ha dicho que…
Triste.
Pobre Ale, sin poder gritar o expresarse. Gritando por dentro que era imposible mientras él la abrazaba.
Me encanta este texto :)

(ositos
de goma)