Cuadro triste.
—Eres una buena amante. —sentenció Natalia cuando notó que Diana salía de la cama.
Ella le devolvió una media sonrisa y comenzó a vestirse. Natalia cogió su teléfono y trasteó con él, sólo para esconderse detrás.
—¿Haces algo este finde? —empezó titubeando. —He oído que hay una feria en el centro. Podríamos ir...
Diana, ya vestida, se inclinó sobre ella y le besó la frente. Miró el teléfono de Natalia mientras ella, perdida toda esperqnza, la miraba a ella.
—No puedo. Cebro el cumpleaños de los niños... —pese a la tristeza que la invadía cada vez que recordaba su familia, aún se atrevió a sonreír. —Los gemelos cumplen ya seis años.
—Qué rápido —sonrió Natalia forzosamenente. —Entonces ni siquiera nos conocíamos...
La tristeza se diluyó en el silencio. Diana terminó de ponerse en pie con una sonrisa triste, la expresión triste que poblaba su semblante tan a menudo últimamente. Y Natalia no dudaba la causa, pesimista: ella. Ella y el amor que les iba consumiendo los sueños y esperanzas con apetito feroz e irrefrenable.
—Me voy, mi marido me está esperando. —sus ojos sevolvieron maternalmente severos. —Y tú deberías ponerte a repasar la materia del examen.
—A veces se me olvida que eres mi profesora. —replicó Natalia tristemente. Una pincelada más al cuadro triste.
Ella le devolvió una media sonrisa y comenzó a vestirse. Natalia cogió su teléfono y trasteó con él, sólo para esconderse detrás.
—¿Haces algo este finde? —empezó titubeando. —He oído que hay una feria en el centro. Podríamos ir...
Diana, ya vestida, se inclinó sobre ella y le besó la frente. Miró el teléfono de Natalia mientras ella, perdida toda esperqnza, la miraba a ella.
—No puedo. Cebro el cumpleaños de los niños... —pese a la tristeza que la invadía cada vez que recordaba su familia, aún se atrevió a sonreír. —Los gemelos cumplen ya seis años.
—Qué rápido —sonrió Natalia forzosamenente. —Entonces ni siquiera nos conocíamos...
La tristeza se diluyó en el silencio. Diana terminó de ponerse en pie con una sonrisa triste, la expresión triste que poblaba su semblante tan a menudo últimamente. Y Natalia no dudaba la causa, pesimista: ella. Ella y el amor que les iba consumiendo los sueños y esperanzas con apetito feroz e irrefrenable.
—Me voy, mi marido me está esperando. —sus ojos sevolvieron maternalmente severos. —Y tú deberías ponerte a repasar la materia del examen.
—A veces se me olvida que eres mi profesora. —replicó Natalia tristemente. Una pincelada más al cuadro triste.
Comentarios
Que triste… pobre pareja.
(ositos
de goma)
Esos son de los amores que duelen.
Pero puede solucionarse,no??Algún dia.
*mimitos azucarados con un poquito de canela*
Un beso,
y sonrisas.