nuevos amigos.
Me esperaba todos los días parado en la puerta hasta que volviera. Del trabajo, de la noche del viernes, del puente, de ir a comprar el pan.
Un día, empezó a dolerle el corazón. Se tumbó en el felpudo, cruzó las patas, apoyó la cabeza sobre ellas y se murió con una expresión de tranquilidad que conservaba cuando llegué a casa.
Le conocí un día de lluvia, en un callejón. Salí del trabajo y seguía allí parado después de la efímera caricia que le había dado por una vez.
—¿Aún sigues aquí? —dije, agachándome. El gato empezó a mover la cola inmediatamente, con una sonrisa en la mirada, y me lanzó un maullido suave, el único que le oí en quince años. —En mi casa somos cinco, pequeño. No creo que quepas...
Me miró en silencio, sin presionarme. Le cogí en brazos y le envolví en la bufanda de lana. Oí su ronroneo mientras frotaba la cabeza contra mi barbilla.
—¿Te va a seguir mucho tiempo? —me dijo mi hija mayor, en casa, mirándole desafiante.
El gato la miró con sus ojos, acomodado en el sofá sobre mi regazo. Luego me miró a mí y empezó a ronronear, callado.
Yo le miré a las pupilas, con esa complicidad que sostuvimos quince años.
—Creo que me ha adoptado, Elena.
Un día, empezó a dolerle el corazón. Se tumbó en el felpudo, cruzó las patas, apoyó la cabeza sobre ellas y se murió con una expresión de tranquilidad que conservaba cuando llegué a casa.
Le conocí un día de lluvia, en un callejón. Salí del trabajo y seguía allí parado después de la efímera caricia que le había dado por una vez.
—¿Aún sigues aquí? —dije, agachándome. El gato empezó a mover la cola inmediatamente, con una sonrisa en la mirada, y me lanzó un maullido suave, el único que le oí en quince años. —En mi casa somos cinco, pequeño. No creo que quepas...
Me miró en silencio, sin presionarme. Le cogí en brazos y le envolví en la bufanda de lana. Oí su ronroneo mientras frotaba la cabeza contra mi barbilla.
—¿Te va a seguir mucho tiempo? —me dijo mi hija mayor, en casa, mirándole desafiante.
El gato la miró con sus ojos, acomodado en el sofá sobre mi regazo. Luego me miró a mí y empezó a ronronear, callado.
Yo le miré a las pupilas, con esa complicidad que sostuvimos quince años.
—Creo que me ha adoptado, Elena.
Comentarios
Me ha encantado, es muy muy triste pero demuestra lo que son los animales, lo que te pueden llegar a dar aunque nadie se lo crea...
en serio, precioso:) un beso!
Eso es el amor que solo una mascota te puede brindar (:
Que lindo, me encanta.
Sonrisas espolvoreadas!
Lo malo es que ahora estoy alli. A ver en realidad de todos esos hombres V solo es el segundo, el de sujetar la puerta xke es super hablador y alegre asi que las ultimas no le valen! La primera me la sugirio un compa de clase cuando me cogio al vuelo un dia y las otras son mas de mi amigo j (el de la foto) que es mas reservado :) no se por que me ha dado por explicar cada una pero me apetecia :)
Lo malo es que ahora estoy alli. A ver en realidad de todos esos hombres V solo es el segundo, el de sujetar la puerta xke es super hablador y alegre asi que las ultimas no le valen! La primera me la sugirio un compa de clase cuando me cogio al vuelo un dia y las otras son mas de mi amigo j (el de la foto) que es mas reservado :) no se por que me ha dado por explicar cada una pero me apetecia :)
Lo malo es que ahora estoy alli. A ver en realidad de todos esos hombres V solo es el segundo, el de sujetar la puerta xke es super hablador y alegre asi que las ultimas no le valen! La primera me la sugirio un compa de clase cuando me cogio al vuelo un dia y las otras son mas de mi amigo j (el de la foto) que es mas reservado :) no se por que me ha dado por explicar cada una pero me apetecia :)