En el acantilado
―Te quiero.
Los dos suspiran.
—Lo sé.
—Desde que me regalaste ese ramo.
—Ya...
—¿Qué flores eran? —murmura mientras el viento intenta arrancarle la bufanda.
—¿Flores? —repite él, extrañado.
—Flores —insiste ella.
Él oye la sintonía de su teléfono. Se queda inmóvil, mirando el cielo gris perderse en la inmensidad del mar.
—No eran flores. Eran abuelitos.
—Dientes de león —recuerda ella de golpe mientras se le escapa una sonrisa. Él sonríe también, triste.
—Porque siempre te veía en el patio del recreo, buscándolos como loca, soplándolos y tratando de no perderlos de vista hasta que el viento se los llevaba lejos...
—Me encantaba. —murmura ella.
El móvil de él vuelve a sonar. Ya no quedan minutos que pueda arañar.
Lo saca del bolsillo de la chaqueta y mira la pantalla. Se le escapa un suspiro.
—Es mi mujer.
Ella no dice nada.
—Llamará para decir que el pequeño está bien. El mayor ya le decía que no se subiera a las sillas... —explica él con una pequeña sonrisa plagada de amargura.
Ella estrecha su mano por última vez hasta un mes después, próximo encuentro furtivo en el acantilado. Los dos vuelven a suspirar al unísono.
—¿Por qué la vida nos ha puteado tanto? —murmura sin reproche.
—Te quiero. —dice él tras un momento.
—Y yo a ti.
(adivinadedóndesaliólamusa.)
Los dos suspiran.
—Lo sé.
—Desde que me regalaste ese ramo.
—Ya...
—¿Qué flores eran? —murmura mientras el viento intenta arrancarle la bufanda.
—¿Flores? —repite él, extrañado.
—Flores —insiste ella.
Él oye la sintonía de su teléfono. Se queda inmóvil, mirando el cielo gris perderse en la inmensidad del mar.
—No eran flores. Eran abuelitos.
—Dientes de león —recuerda ella de golpe mientras se le escapa una sonrisa. Él sonríe también, triste.
—Porque siempre te veía en el patio del recreo, buscándolos como loca, soplándolos y tratando de no perderlos de vista hasta que el viento se los llevaba lejos...
—Me encantaba. —murmura ella.
El móvil de él vuelve a sonar. Ya no quedan minutos que pueda arañar.
Lo saca del bolsillo de la chaqueta y mira la pantalla. Se le escapa un suspiro.
—Es mi mujer.
Ella no dice nada.
—Llamará para decir que el pequeño está bien. El mayor ya le decía que no se subiera a las sillas... —explica él con una pequeña sonrisa plagada de amargura.
Ella estrecha su mano por última vez hasta un mes después, próximo encuentro furtivo en el acantilado. Los dos vuelven a suspirar al unísono.
—¿Por qué la vida nos ha puteado tanto? —murmura sin reproche.
—Te quiero. —dice él tras un momento.
—Y yo a ti.
(adivinadedóndesaliólamusa.)
Comentarios
Dos personas que se quieren pero no pueden estar juntas. Que odioso..
is so heart breaking Sonrisas espolvoreadas!
i so heart breaking *corazón roto*
me rompes el corazón, pero me lo vuelves a pegar con tus palabras, me encanta (:
*le tiembla el labio*
es tan lindo…
*se escapa una lágrima*
Sonrisas espolvoreadas!
Un saludo,y por cierto,bonita imagen la del blog :)
Unbesito!
Un beso enorme bonita!
¡Me quedo por aquí, Clío! ¡Te sigo! :)
Besos.
P.D.: La cabecera del blog es absolutamente relajante y preciosa :3
¡Un muàh!