—Prométeme que vas a quererme siempre.
—No voy a vivir para siempre.
El silencio se cuela entre ellos. El viento frío les separa, en una habitación de cuatro metros cuadrados son dos extraños aislados en dos burbujas del egoísmo que ha terminado perdiéndoles.
Alguien llama a la puerta. Despacio, un par de toques delicados.
Ninguno de los dos se estremece, ni se miran. Ella siente una punzada en el corazón cuando él da un paso, trémulo; acalla el dolor rápidamente y coge aire.
—No lo hagas.
Las paredes blancas ahogan su voz trémula. Sus palabras vacilantes le detienen un segundo.
—¿Qué otra cosa puedo hacer? —replica con voz serena.
La serenidad de la muerte. La serenidad que acompaña a los que escogieron morir en cuanto comprendieron en qué clase de mundo vivían, y quisieron cambiarlo.
Ella no. Ella no quería morir por esa quimera. Ella quería vivir, ella quería vivir
—No voy a vivir para siempre.
El silencio se cuela entre ellos. El viento frío les separa, en una habitación de cuatro metros cuadrados son dos extraños aislados en dos burbujas del egoísmo que ha terminado perdiéndoles.
Alguien llama a la puerta. Despacio, un par de toques delicados.
Ninguno de los dos se estremece, ni se miran. Ella siente una punzada en el corazón cuando él da un paso, trémulo; acalla el dolor rápidamente y coge aire.
—No lo hagas.
Las paredes blancas ahogan su voz trémula. Sus palabras vacilantes le detienen un segundo.
—¿Qué otra cosa puedo hacer? —replica con voz serena.
La serenidad de la muerte. La serenidad que acompaña a los que escogieron morir en cuanto comprendieron en qué clase de mundo vivían, y quisieron cambiarlo.
Ella no. Ella no quería morir por esa quimera. Ella quería vivir, ella quería vivir
a s u l a d o.
Él rodea el pomo de la puerta. Antes de girarlo la mira.
Él igual pierda su orgullo para decírselo, pero ella no. Se acabó seguirle hasta el fin del mundo.
Ella quería querer, no morir queriendo.
—No voy a ir contigo. —dice antes de que él reúna el coraje.
Él abre la puerta y el disparo le derriba. Ella cruza una mirada fugaz con el asesino antes de cerrar los ojos y esperar, temblando, pero sin hacer un movimiento.
—¿Por qué no le dijiste que llevabas ayudándole desde el principio? —pregunta el tirador.
—Quería asegurarme de que me quería aunque creyera que jamás le ayudé. —contesta, mirándole, alzando la barbilla.
B A N G.
Comentarios
¡Precioso!
Guau O.O
Muy triste, pero muy romántico. Sabes que me encanta
Un beso
Te acompaña hasta la muerte…
me gusto mucho (:
Sonrisas espolvoreadas!
El amor.. a veces es demasiado complicado.
Un beso!