Salida ex Inferis.

(la canción que, de cierta forma, tiene mucho que ver con esto)

(y la entrada que también).

Portaba el nombre de la pecadora reflejado en las pupilas.
Llegó al pueblo cuando los aires de revolución, de cambio, de apertura, nos poseían a todos. Los tiempos cambian, nos decían los jóvenes, y vosotros debéis hacerlo con ellos. Por eso le abrimos los brazos.
Pero ella venía dispuesta a abrir otras cosas.
No sé por qué, quizá porque fui la primera en leer al demonio escrito en aquella belleza forjada en el más puro fuego infernal, ella prefirió a mi hijo. Mi pequeño Adan fue cegado por esas caderas, esos ojos demoníacos. Me lo arrebató. Amor, propugnaba él, los ojos arrasados de lágrimas. Y ella bajaba la cabeza, no me miraba.
Yo también lloré. Le rogué que la abandonara. Ella no le quería, nunca podría hacerlo. Pero ninguno me escuchó. Ella incluso vino a hablar conmigo.
—Déjenos ser felices —me suplicó a solas. —¿Por qué no puede aceptarlo?
—No voy a aceptar demonios en mi familia —siseé.
Las antorchas guían nuestro camino en esta noche totalmente sombría.
Alguien detrás de mí duda de mi fortaleza. Para demostrar de qué lado estoy, abro de una patada brutal la pequeña puerta del jardín.
Adan y Eva están parados en la puerta, con los dedos enlazados. Ella parece altiva. Él apenas contiene las lágrimas, pero no duda.
Me aseguraré de que el fuego separe esas manos.