reintentos nunca fueron buenos.

(primera parte)

—¿Qué te pasa, cariño? —dice la anciana mientras sus maltrechas rodillas consiguen sentarla en el sillón. La joven ahoga un sollozo ante su madre.
—Es Marco. Lo hemos dejado. —suspira.
Un suspiro que todavía huele a amor desesperadamente.
—No desperdicies tu oportunidad.
—¿Qué oportunidad? Me prometió que me querrá toda la vida...
Qué inocente. Ella también lo creyó, un día, cuando salió montada en aquel coche con la desolación de él bien grabada en el retrovisor.
Pero al volver, años después, las cosas ya no eran tan bonitas.
—Y el hombre que te lo ha prometido te querrá toda la vida, querida. Pero, aunque una mujer viva un siglo, siempre será una mujer. Un hombre sólo vive uno, cinco, diez años. Y nunca vuelve a ser el mismo. Así que corre, querida, no le des tiempo a cambiar de vida.
No le dice cómo acabó su historia con su padre tras esa noche, una última noche, que acabó con todas las esperanzas que le quedaran de vengarse, una misión de años abortada por una noche con una huida plagada de vergüenza en coche.
Y, luego, envejecer sola, con la mirada envejecida de Alan bien escrita en las pupilas cuando volvió buscando, ¿qué?, un rastro de aquel amor, un "volvamos a intentarlo", para toparse con unos niños sospechosamente parecidos a Alan.