—Qué asco de vida. (II)

(aquí empieza la historia de Mónica y Miguel, entérate aquí)

—¿Por qué demonios lo dejasteis, Miguel?
Éste ahoga su pena con un trago de alcohol que corta su respiración unos segundos. Sacude la cabeza.
—Porque no podíamos estar juntos.
—¿Y por qué?
—¿Es que tú te preguntas por qué el bien y el mal no pueden convivir? ¿Por qué el agua y el fuego no coexisten? ¿Por qué jamás verás a luz y oscuridad juntas?
El otro esperó la respuesta, sobrecogido. Miguel bebió un largo trago para recuperar la voz, para difuminar un poco más los escasos y difusos retazos de ella que todavía albergaba. Ella era buena, demasiado buena y sin saberlo, inocente, pura. Él era el huracán que no quiso arrancar la inocencia de sus fibras.
—Porque no están hechos para este mundo.