El club de los corazones rotos.

Ella iba a subastar su cuerpo, y él, a ser el mejor postor. Terminaron encontrándose en el follón, se conocieron pese al ruido, el humo, la muchedumbre, se miraron pese al paño de hielo que bloqueaba sus ojos.
No sonrieron.
Y fue una noche de sexo desgarrado. Sin emoción. De tocarse, de besarse, lamer la piel desconocida, recorrerla como si no hubiese mañana.
Por la mañana, con pupilas rojas de llorar a solas entre arañazos y jadeos, acertaron a cruzar una mirada.
Sólo durante un momento pensaron que habría sido bonito conocerse en otra parte.
Que igual, en un club de corazones enteros -donde abrazarse no era un pecado-, sus cuerpos no habrían pasado frío aquella noche.


(¡andii* me ha dado un premio, gracias, tengo la entrada preparada! :) y no os perdáis la entrada con Mandarina)