Arrojando el néctar por la borda.
Para él, esta noche de rutina de viernes es mucho más triste de lo normal.
El chirrido de los bancos es un desgarrador violín. El tintineo de las copas es las cuerdas de un arpa quebrada.
Los gritos son el rotulador que resalta su soledad.
Una chica se acerca a él. Se sienta a su lado, le sonríe con timidez. Él la ignora.
-Hola...
-Lo siento, pero no me interesa conocerte. -murmura. El alcohol empieza a empañar sus ojos: apura los restos de vodka de un solo trago.
-¿cómo sabes que no soy tu alma gemela? -dice ella, a medio camino entre el enfado y la sana curiosidad.
Él está a punto de ahogarse con la bebida, todavía recorriendo su esófago y destrozando su garganta -y su alma- un poco más. Pero consigue que una carcajada amarga y áspera escape de ese mar revuelto que alberga su estómago.
-Ya tengo un alma gemela.
-¿Y qué haces aquí, entonces? -dice la mujer antes de levantarse, decepcionada, y marcharse.
Él, sin inmutarse, coge el siguiente vaso.
Que qué hace ahí...
Sus ojos vidriosos resbalan hasta la esfera de su reloj y piensa en ella. Sonríe, sonríe amargamente, y de nuevo trata de ahogarse con el fuego que arroja por su garganta.
Seguramente, a esas horas, su alma gemela esté haciendo los deberes que él mismo ha puesto esa mañana en clase.
El chirrido de los bancos es un desgarrador violín. El tintineo de las copas es las cuerdas de un arpa quebrada.
Los gritos son el rotulador que resalta su soledad.
Una chica se acerca a él. Se sienta a su lado, le sonríe con timidez. Él la ignora.
-Hola...
-Lo siento, pero no me interesa conocerte. -murmura. El alcohol empieza a empañar sus ojos: apura los restos de vodka de un solo trago.
-¿cómo sabes que no soy tu alma gemela? -dice ella, a medio camino entre el enfado y la sana curiosidad.
Él está a punto de ahogarse con la bebida, todavía recorriendo su esófago y destrozando su garganta -y su alma- un poco más. Pero consigue que una carcajada amarga y áspera escape de ese mar revuelto que alberga su estómago.
-Ya tengo un alma gemela.
-¿Y qué haces aquí, entonces? -dice la mujer antes de levantarse, decepcionada, y marcharse.
Él, sin inmutarse, coge el siguiente vaso.
Que qué hace ahí...
Sus ojos vidriosos resbalan hasta la esfera de su reloj y piensa en ella. Sonríe, sonríe amargamente, y de nuevo trata de ahogarse con el fuego que arroja por su garganta.
Seguramente, a esas horas, su alma gemela esté haciendo los deberes que él mismo ha puesto esa mañana en clase.
Comentarios
¡besotes!
2. GUAU. Realmente impresionante como has dejado tu blog. ¡Siento no haberme pasado antes! Internet me odia, estoy segura.
Voy a intentar leerte mas estos tiempos, no sé todo lo que me estoy perdiendo...soy tonta.
Un beso enorme!
P.D. Espero que peudas responderme a la primera pregunta. Pura curiosidad, te lo aseguro.
Ah, me ha encantado!
Quiero saber también algo de su alma gemela, de ambos :)
Un beso enorme bonita
Me encanta! :)
Un beso
plumas oscuras,
como su garganta