mariposas intestinales
Era evidente.
Esa sonrisa brillante, esos ojos chispeantes, los gestos felinos más emocionados, los pasos torpes tropezando mucho más que nunca. El corazón, latiendo sin cesar a un ritmo que casi sería alarmante.
―¿La niña se ha enamorado? ―me dijo mi marido, perplejo. Le sonreí mientras negaba con la cabeza y fingía no observar a nuestra hija cuando se ponía a canturrear algo.
―Ha participado en un concurso.
―¿Y ha ganado? ―dijo tras un silencio.
Sacudí negativamente la cabeza otra vez. Qué ciego estaba a veces.
―¿Y qué más da? ―le increpé, sonriendo otra vez al ver la emoción de mi niña, sabiendo que, por una vez, coincidíamos.
Esa sonrisa brillante, esos ojos chispeantes, los gestos felinos más emocionados, los pasos torpes tropezando mucho más que nunca. El corazón, latiendo sin cesar a un ritmo que casi sería alarmante.
―¿La niña se ha enamorado? ―me dijo mi marido, perplejo. Le sonreí mientras negaba con la cabeza y fingía no observar a nuestra hija cuando se ponía a canturrear algo.
―Ha participado en un concurso.
―¿Y ha ganado? ―dijo tras un silencio.
Sacudí negativamente la cabeza otra vez. Qué ciego estaba a veces.
―¿Y qué más da? ―le increpé, sonriendo otra vez al ver la emoción de mi niña, sabiendo que, por una vez, coincidíamos.
Comentarios
¡besotes! (: <3