Ahora que quedo yo.

¿Que acabaría?
No, nadie me lo advirtió nunca. Siempre creí que sería eterno, pero sospechar que acabaría no me hizo más feliz, ni me entristeció, no me hizo mella, porque siempre supe que todo lo que hiciese junto a ti duraría para siempre. Nada sería jamás lo mismo, cómo haría yo nada si tú, sombra, no me acechabas al hacerlo.
Me gustaba perderme en ti, para grabarme en las retinas cada lunar que te adornaba, pero que pasase tanto tiempo como para hacerme olvidar pequeños detalles de ti que me sorprendía reencontrar era una quimera, nunca llegaría un día en el que yo te sobreviviese y tú te marchases a un camino más brillante y más ameno, más repleto de una felicidad más completa de la que yo supe darte.
Allí serías feliz de verdad, pero qué sería de mí sin ti, que me quedaría aquí inerme y perdiendo los recuerdos de cada detalle tuyo con cada manecilla de reloj rompiéndome en dos. No, nadie nos dijo que ese punto final llegaría a la maravillosa historia que íbamos escribiendo juntos a cada tic toc que no conseguía separarnos.
Pero llegó.