África, tierra insondable.

-Quiero ir a África.
  La frase flotó mucho tiempo en el aire.
-Un año. -añadió.
  Al principio no lo entendí. Éramos muy felices. ¿Por qué ir al tercer mundo? Pero la seguí, como siempre, y sólo cuando llevábamos dos meses allí la comprendí.
  Quería asegurarse de que éramos felices en cualquier parte, no sólo en la civilización, allí le parecía demasiado fácil. Y en África éramos tan útiles, juntos, ¿cómo no quererse mil veces más, sobreviviendo en la frontera entre la vida y la muerte?
  Vivimos allí once meses, hasta que enfermó. Conseguí convencerla de que su salud era más importante que aguantar allí un maldito año, y volvimos. Pero ya no había nada que hacer, no es que no quedase nada por lo que pelear, es que ni siquiera quedaban esperanzas de que lo hubiese. Se despidió de todos los que apreció alguna vez, y murió, marchita como una flor demasiado descuidada, o demasiado mimada, quién sabe. Y jamás olvidaré que lo último que me dijo fue que no habíamos sido capaces de querernos un año en África.
  África, esa tierra árida de vientos secos y dunas inescalables que terminó llevándosela a ella, para mí siempre tendrá su nombre, siempre representará un desafío ante el que sucumbimos, el último que emprendí junto a ella, y siempre será   mi única casa.

Comentarios

Mandarina ha dicho que…
Jo, vaya...cuando he visto el título he pensado en una bloguera que se llama así pero la historia no pega con ella...
nanarandano ha dicho que…
Muero por ir a África, por lo mismo, por saber lo que es ser feliz lejos de todo esto.
Sara Pérez ha dicho que…
Tan hermosa como triste :) Debía de quererla mucho, no cualquiera se marcha hasta áfrica por una persona.

Precioso el final :)

Un saludo!
Anónimo ha dicho que…
Un país que cambió su vida.
Un lobo durmiente ha dicho que…
Es bella y triste... Casi por igual. Tus historias son preciosas.