...Fuck you like the devil.

Joder. Eso era lo que más le gustaba.

     Y en ambos sentidos. Pero más en uno, como cuando iba por la calle mirando con superioridad a todo bicho que osaba sostener su mirada, cuando caminaba contoneándose vertiginosamente con esas caderas delgadas, pulidas por años y años de pasar hambre. Sus finas cejas, dolorosamente trazadas, se alzaban con un fingido desdén -que ya ni siquiera- cuando vio a esa chica.

     Era un poco más alta, apenas un par de centímetros. Unos pantalones anchos, que contrastaban con sus mini vaqueros (mini). Una camiseta que dejaba ver los hombros, sencilla, mientras la de ella tapaba lo justo para no escandalizar a la policía. Los dedos de la otra se enredaban nerviosamente en sus cortos bucles, mientras la melena de ella, teñida de rubio desde tiempos inmemoriales, era una cascada a su espalda.

     ―No vales nada. ―dijo su voz condescendiente.

     Y entonces esa chica extraña, que tan poca cosa parecía, detuvo el compulsivo movimiento de sus dedos, le sostuvo la mirada y le sonrió.

     ―Púdrete en ese dolor que te carcome, en tus romances de una noche, tu obsesión con tu cuerpo, con parecer más que los demás cuando en realidad eres el peor pedazo de mierda que mancilla el suelo. Porque eres estúpida si crees que los demás te toleramos porque molas, cuando en realidad es que nos das tanta lástima que no queremos terminar de matarte. Pero yo soy la sádica, los demás valen más que tú y yo y no te hablan, no te miran, porque no quieren hundirte dirigiéndote un solo vistazo que vale más que toda tú. Pero no te deseo lo peor, sino lo que te gusta, ¿verdad?, que te jodan.

     Y esa bloggera se alejó de ese trocito de persona que quizá algún día también tuvo sueños. Decidida, sin que nadie viese el temblor de sus manos, sus pies arrastrándose por el suelo mientras pensaba una nueva entrada, sus cascos en las orejas susurrando Enemy of mine, fuck you like the devil, y dándole una buena idea.

     ¿No crees?