Memorias *tristitas*

Al principio, cuando Shiko aún reconocía que tenía familia, con el que peor se llevaba era con ese hermano que le sacaba un año. Voy a contaros algo que Shiko tardó años y años en contarme a mí.
Los dos hermanos se habían quedado solos en el coche familiar, abandonados con la única compañía del repiqueteo de las pequeñas gotas de lluvia martilleando las lunas.
Shiko quiso romper el silencio.
-Vaya carrera, ¿eh? -dijo sonriendo. -Ha sido emocionante y div...
-Cállate. -la cortó el otro, asqueado. -No hay ninguna carrera, deja de inventarte cosas. Da asco.
Shiko se quedó callada. Contuvo sus propias gotas, esas que salen de los ojos inoportunamente, las que ni magia principiante ni poderosa pueden contener.
Ni la bruja que yo conozco fue tan valiente como para explicarle que las corredoras eran las gotas, y que  la carrera se disputaba entre la imaginación de una brujita y las lunas del coche.