Un último vals

¡música obligatoria! ¡o se pierde el compás del vals!


Al principio, la música son pocas notas, notas desiguales barbotadas por un piano y su asuente pianista. Parece una sinfonía escrita por algún anónimo compositor, que se moría de hambre en algún hotelucho pobre sin que su arte fuese reconocido. Hoy, todo suena amargo para met. Ni siquiera ese instrumento que soñaba dominar de pequeña puede animarla un poco, porque hoy, ese instrumento es un símbolo de todos los sueños truncados.
La orquesta parece contagiada del aire triste mientras el piano, el único que participa esta vez, barbota las pocas notas que componen esa melodía tan desgarradora. Ella tiene ganas de llorar, pero a ratos piensa que el vestido que lleva le oprime tanto el pecho que no puede respirar, que ni siquiera puede ahogarse. Y mucho menos llorar.
El salón está abarrotado por parejas que bailan con sonrisas forzadas sin que ellos lo sepan. Bailar esa música tan tierna, propia de una caja de música olvidada por algún niño huérfano, es destruirla.
Pero entonces empieza la parte más firme, donde el aire triste no se va, muy al contrario, habla de tiempos pasados y mejores que no van a volver, y cada acorde es una memoria escrita en un ajado diario tirado en alguna parte.
Met no tiene tiempo de llorar porque su acompañante sujeta su cintura con una mano, enlazando la otra con los finos dedos de ella, y empieza el baile con delicadeza, moviéndose rítmicamente, con cuidado de no hacer gala de su fuerza para no romper a la muñeca de cristal en la que de repente se ha convertido Met. Empiezan a girar, sumidos en el mismo ritmo cadente que todos los demás. Son una pareja más en ese montón. Nada más.
-¿Sigues triste? -dice el otro en voz baja. No, no porque note la tristeza de los compases, sino porque nota la de Met, que es mucho menos sutil.
La hace girar bajo su brazo; ella mantiene la posición con rigidez antes de volver a la pustura tradicional.
-No sé qué hago bailando contigo, Stefan. -dice al fin.
Stefan frunce su ceño con cierta sorpresa.
-¿Por qué accediste a venir?
-Una mujer no puede permanecer soltera. Tal vez, en el futuro, sea diferente... Pero, a día de hoy, tengo que volver a casarme. -señala ella, alegrándose de que el vestido le impida llorar: ahora no es el momento de mostrarse débil, no ante Stefan. Él sonríe.
-¿Eso es una petición de matrimonio?
-Me das asco. -replica. Deja que él la mueva, tal vez más violentamente que en los anteriores pasos. -Pero eres el único que sabe que la poesía es una parte de mí. Y cualquier otro marido me obligaría a renunciar a ella. Y eso es imposible para una poetisa.
-Cualquier otro menos Victor, ¿no? -dice Stefan. Al parecer, el bobo se ha vuelto sagaz de repente.
-Sé que le mataste, Stefan. -sisea ella. Stefan se encoge de hombros.
-Eres joven, met, demasiado. Eres una flor pura que yo cuidaré... Aún sabes demasiado poco de la vida, mi doncella. Los soldados en el frente mueren.
-Sé que le mataste por celos. Siempre me has dado asco, Stefan, pero tampoco te creí capaz de matar a mi prometido...
Stefan la atrae violentamente contra su cuerpo para susurrarle al oído:
-Ahora ya sabes que estoy dispuesto a todo por conseguirte. Y no toleraré que te opongas. Si no eres mi mujer... serás la doncella deshonrada por mí. Sabes que la elección es tuya.
Met siente que se ahoga: al parecer, respira un poco más de lo que sospechaba.
Clava su tacón en el suelo y mira al hombre jadeante de deseo que recorre su cuerpo con los ojos lujuriosamente.
-Quid pro quo. -dice, jadeando por la brutal presión que está ejerciendo ese animal: se pregunta si un soldado tan rudo entenderá un latinismo. -Yo no diré que mataste a Victor si...
-Nadie te creería. Eres una doncella todavía que acaba de perder a su prometido: soy lo mejor a lo que puedes aspirar. -dice Stefan triunfante. Met continúa.
-...si me dejas seguir con mi poesía.
-Y si te casas conmigo. Pero no un matrimonio de esos con camas separadas. Nada de eso, met. Quiero poseerte cada noche y quiero que me des herederos.
Ese conde altivo ha pasado mucho tiempo soñando con ese instante. Met tiene ganas de vomitar, pero sólo baja la mirada. A la muñeca muerta sin su prometido, ataviada con un apretado vestido, ya no le queda honor que mantener.
-Sí.
Unos versos acuden a su mente mienras Stefan, eufórico, la atrae de nuevo hacia él y viola sus labios con su lengua, tan ruda como él.

My friend, the fates are cruel¹
There are no dreams, no honour remains
My soul, corrupted by vengeance
Hath endured torment
to find such end of the journey.
 Amigo mío, los hados son crueles
no hay sueños, no honor restante
mi alma, corrompida por la venganza
ha sufrido un gran tormento
para hallar este final del viaje.
____________________
mañana llega Morgana. No es precisamente un angelito, y no voy a poner el rating del blog a adultos sólo por ella, pero [igual exagero], cuidadín con ella

Comentarios

Mandarina ha dicho que…
Uf, que duro.....:(
Carlos ha dicho que…
Oh! me ha impactado
Me intriga Morgana :)
Un beso
Adriana Potter♥ ha dicho que…
Es muy triste, pero me ha gustado mucho :)
Un beso
-Big.Small.Big.Small- ha dicho que…
Música muertes... pero un texto genial :) te sigo!
M.M.Miranda ha dicho que…
HOla.
Me ha gustado mucho tu relato en Bad Romance =)
Muy bonito la verdad.
Kiros ha dicho que…
No puedo más que quitarme el sombrero y felicitarte. Llevo siguiendo desde hace tiempo tu blog, disculpa mi descortesía de no haberte comentado hasta ahora. Sin más me despido, seguimos en contacto Fuss.
Un lobo durmiente ha dicho que…
sigues "bailando". Ese esterno compás que son tus historias... Solo puedo decir que espero que nunca paren, y que Met encuentre, aunque quizá aún falte, un poquito de felicidad. Lo digo con una lágrima en los ojos, y una mano de amargura y felicidad en el corazón.