¿Qué tienes ahí?
El
profesor soltó aquella sentencia en mitad de su sermón. Vio que el alumno
objeto de sus palabas se estremecía: culpable. Se levantó de
aquella hundida butaca con cierto esfuerzo y avanzó hasta el pupitre, siendo el
único en romper el sepulcral silencio que de repente anegaba el aula.
Cogió
la hoja ante la resignación del alumno, que ya se veía ajusticiado por su
crimen.
En
aquella hoja cuidadosamente doblada por la mitad había una sola frase, escrita
lo más elegantemente posible, con orgullo y mimo.
«*Y los pájaros tras los barrotes eran grises cometas que
se estremecían por la caricia del viento, y las notas que regalaban al mundo
rompían los grilletes que intentaban -vanamente- atarme al suelo de la celda.* »
La
clase entera conocía la dureza de aquel afable profesor cuando detectaba falta
de atención. Por eso nadie dio crédito a sus ojos cuando el profesor le
devolvió la hoja al alumno respetuosamente, se acercó a su mochila, sacó un
pañuelo y salió del aula.
Con
los ojos nublados.
Pero
claro, ninguno de los alumnos sabía tampoco que a aquel afable profesor le
había encantado volar cometas hacía mucho tiempo... -o ver a los pájaros, según
se mire.
Comentarios
Un beso
Ecribiendo en clase jaja Eso me recuerda a mi