No siempre se descubre que tu historia es un cliché

Era una historia tan típica que aún no entendía cómo no había sido capaz de verlo venir.
Chica conoce chico, chica se enamora chico. Chico está casado, chica se enfada, chico promete que se divorciará.
Pero el divorcio no llega nunca, y él ni siquiera tenía la decencia de quitarse la alianza cuando hacían el amor. Ni siquiera se daba cuenta.
Pero a ella le hacía daño verla, tan refulgente en el dedo del que no consideraba ya su hombre.
Habían discutido. Ella le había gritado y él se había marchado, como siempre. Solía irse para dejar que el fuego de su rabia se consumiese solo, pero aquella vez las cosas no iban a ser así. Se había acabado. Ella lo había decidido mientras rumiaba a solas aquella soledad.
Por eso estaba marcando el teléfono de su casa: a aquella hora, él estaría trabajando, estaba de guardia ese día. Y su mujer estaría sola. A ella se lo contaría todo, hasta el más nimio detalle.
Alguien cogió el teléfono: ella esperó, pero no hubo respuesta.
-¿Puedo hablar con María? -dijo, nerviosa.
Cualquier atisbo de remordimientos se esfumó cuando vio aquella foto que tenían, que ella había enmarcado para colocarla en la estantería privilegiada del salón.
Él llevaba la alianza.
Entonces respondieron al otro lado.
-¿Qué María? -dijo la voz de una niña muy, muy pequeña. Ella contuvo la respiración: podía oír un lapicero rasgando un papel de forma incesante.
-¿Hay más de una en tu casa, peque?
-Mi mamá y mi hermana. -dijo la cría sin dejar de colorear, o dibujar.
Él nunca le dijo que tuviese hijas. Y ahora resultaba que tenía dos, por lo menos.
De repente, el teléfono temblaba en sus manos. Le odiaba, con toda su alma, y el rencor ya sobrepasaba el nivel del amor. Pero no iba a destruir una familia por lo que, al parecer, era un 'error' del marido.
-¿Sabes qué, pequeña? Dile a tu mamá que cuide mucho de tu papá, ¿vale? ¿Se lo dirás?
-Sí. -respondió la niña obedientemente. Ella, aún titubeando, colgó.
Lo primero que hizo antes de guardar sus cosas en una maleta y abandonar para siempre el apartamento del que él aún tenía una llave fue arrojar el cuadro al suelo, pisarlo con uno de sus afilados tacones y salir para siempre de la vida de ese hombre.
Ya estaba bien. El amor vuelve estúpida a la gente, pero no tan gilipollas como para seguir adelante cuando el barco ya descansa en el fondo del mar.

Comentarios

Mandarina ha dicho que…
Une buena persona. Me ha tocado la fibra de una manera que no te imaginas :)
En cuanto a lo que me has dicho en mi blog...profesores...transforman a los mortales es potenciales psicópatas...:) No te desanimes vale?
Un beso!!!
Carlos ha dicho que…
Precioso, y el título una gran cita sí señor :)
Un beso
Un lobo durmiente ha dicho que…
la verdad es que es precioso, nunca había leido un texto que me emocionara tanto. Estoy sonriendo a la vez que un par de lágrimas (un poco atontadas, debo decir) resbalan por mis mejillas. En estos momentos, solo puedo encerrarme en mi habitación a esperar que se me pase y, quizá, soñar con más historias como las tuyas.
¡Gracias y felicidades por tu "éxito"!