cosas de *divas*


preparados
listos
dale un segundo más a la canción . . .
espera un pelín más, anda-
¿hace buen día por ahí?
...¡ya!...
__________________________________________________________

Parecían dos jóvenes besándose. Bueno, lo eran, me refiero a que parecían dos jóvenes más. Se besaban, se abrazaban como otros cualquiera, y nadie que les viese sospecharía de ellos nada diferente. Tal vez el aspecto de ella era muy aniñado, y él tenía unos ojos tan pensativos.
Sí, nada especial, hasta que, en pleno beso, ella se apartó de él. Le miró a los ojos, acarició su mejilla, sonrió y echó a correr.
Él se quedó parado en el sitio hasta que comenzó a correr tras ella, intentando alcanzarla con el pánico pintado en su cara.
Ella traspasó aquel semáforo rojo escasos segundos antes de que los coches arrancasen: él tuvo que esperar a que volviese a cambiar con el terror creciendo en su interior.
Ella entró en la primera tienda, cogió unas prendas y entró al probador: arrojó fuera su ropa, justo donde él ya había llegado. Corrió fuera, ella, mientras él se veía obligado a tirar la antigua ropa y pagar por ella.
Ella entró en aquel escenario por la puerta de atrás y corrió por los pasillos vacíos mientras se echaba el pelo lacio hacia atrás; el guardaespaldas que custodiaba la entrada le miró con cara de pocos amigos a él. Tendría que buscar una ruta alternativa para verla.
El público chilló en cuanto sus nuevas botas pisaron el escenario: ella agarró el micrófono y comenzó a cantar la letra de aquella canción que tan famosa la había hecho. Un segundo más, y habría entrado tarde, pero ella adoraba llegar al límite, que no tarde. Él se abrió paso a codazos entre el público, fascinado por su voz, su aspecto infantil desgarrado por la ropa nueva, sus ojos cerrados como siempre que cantaba.
Tras tocar su canción estrella -la guinda del pastel del concierto-, ella sonrió, le enseñó su lengua taladrada por un pequeño piercing exclusivamente a él, volvió a echarse el pelo hacia atrás y salió del escenario por la misma puerta trasera por la que se había introducido.
Él echó a correr, y logró interceptarla antes de que terminase de huir, pero sólo porque ella había decidido darle unos segundos. En aquel pasillo abandonado, él volvió a introducir su lengua entre los labios de ella. Él se apartó para pedirle una explicación -jadeando todavía-, y ella soportó serenamente aquellos ojos.
-¿Y bien? ¿Puedo saber de qué huías?
-Es que me di cuenta de que empezabas a apolillarte. -dijo con burla. Le besó con cierta rabia; le apartó de sí de un empujón en pleno clímax de su excitación, demostrando un control del que él parecía carecer. -Y recuerda que soy una nueva diva. Como comprenderás, no puedo andar de la mano de un yogurín. Es lo que me faltaba.
-Soy mayor que tú, recuérdalo. ¿Y ahora las divas recorren la ciudad corriendo para no llegar tarde?
-¿Quién nos lo impedirá? -respondió con su sorna. Parecía una niña tan buena, y tenía un fuego que quemaba tanto por dentro.
A él le bastaba, sonrió para sí mientras se daban otro destructivo beso.

Comentarios

Mandarina ha dicho que…
Mmmm me ha encantado! no sé, era como que me hacía correr con ella...
Carlos ha dicho que…
Uh! es genial
Un beso