No acierto ni a tiros.

-Adler. -me sacude ella.
Sí, ése es mi bochornoso nombre.
La miro con aire interrogante. Ella suspira.
-Pensé que te... Bueno...
Intento responderle algo, pero no puedo.
Es entonces cuando me doy cuenta de que estoy tumbado en un hospital y de que tengo la cara paralizada.
Y vendada, en gran medida.
Pienso "no acierto ni a tiros": ante ese chiste propio de mi humor negro, quiero reírme, pero mi cara, maldita fuese, no me responde.
Tanteo con las manos a mi alrededor: en la mesilla hay un cuaderno. Tiene un dibujo que ha hecho ella, Mina; paso la página y garabateo algo.
-'Fa...llé.' -lee Mina en voz alta. -Sí, fallaste. ¿En qué demonios pensabas, Adler?
'Obvio', escribo.
-¡Creí que suicidarse era una cobardía! -me reprocha. -¡Que nunca lo harías!
La miro fijamente: sé perfectamente que, si normalmente tengo un aspecto bastante depresivo, ahora debo ser la leche.
Escribo con buena caligrafía.
-'Nunca... digas... "nunca"'. Muy profundo. -gruñe ella, insatisfecha por mi respuesta.
Añado una carita sonriente a modo de burla. Enojada, me arrebata la libreta de un desconsiderado golpe.
-¿Tan terrible es, Adler? -me dice, cuaderno en mano.
La miro. Mucho rato, sin mover un músculo. Termina por entregarme el cuaderno, venciendo su curiosidad sobre su enfado.
-'La medicación... no funciona. Ya sé... que quitarme... los ojos... no sirve. El problema... es mi mente. Si no... hay otra... manera de... acabar con... ella, no... me detendré... ante la... muerte.' Ya... -suspira Mina. Me coge el cuaderno más gentilmente. -Ha llamado aquella mujer que te ayudó, Adler... La detective Jenell Schint, eso. Parecía muy preocupada por lo que pudieses hacer.
-'Acertó'.
-Me he dado cuenta. Quería contratarte para ayudarla.
-'No acepto. Ni ahora... ni nunca. Díselo'.
-Adler, ¿de qué sirve que tengas esas visiones si te torturas tú solo y no dejas que nadie te ayude? -me suelta. Tengo la impresión de que le encantaría estrangularme. -Lo único que vas a conseguir es hundirte en tu miseria, pudrirte poco a poco y repetir la tontería que acabas de intentar.
Escribo en mayúsculas y subrayo mis palabras.
'EXACTO'
-Has perdido a todos tus amigos por querer encerrarte en ti mismo. ¡Y no me repitas la excusa de que es tu carácter, o de que son las visiones! Tú solito eres el que nos ha apartado a todos hasta quedarse solo. Eres un capullo. -me escupe antes de salir.
Y no, sus palabras no me pesan.
Hace mucho tiempo, cuando era un crío y vi a mi padre volarse la cabeza -como había soñado esa misma noche y le había contado-, decidí que lo mejor era no decir qué había visto.
Para no amargar los últimos momentos de la gente, más que nada. No quiero soportar gritos incrédulos de una persona que va a morir próximamente, qué queréis que diga, no me va mucho eso de ir consolando a otra gente.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Pero debería plantearse que quizá para otra persona es mejor morir conociéndole realmente a morir pensando que se encierra en si mismo y no quiere confiar en nadie.
Muy buena entrada, me ha encantado.
Un beso :)
Carlos ha dicho que…
Oh! Qué genial
Precioso el cambio
Un beso
While ha dicho que…
un texto muy bueno ;)
Adriana Potter♥ ha dicho que…
Muy bonito!! (:
un beso