El compositor que necesitaba silencio para cazar ideas
Terminó de plegar la última esquina del papel: se apartó para poder contemplar aquella pequeña obra sin que sus ojos cansados estropeasen la visión.
Aquella grulla, congelada en una posición de acecho eternamente, se le antojó cruel. Para ella no pasaría nunca el tiempo. Ese tiempo que amargaba cada minuto de la existencia de su creador. Al menos su creador no cometería el error de Dorian Gray.
Allegro cogió sus gruesas gafas y se las puso. Apartó de un codazo despreocupado el pegamento y las tijeras: buscó entre aquel desorden el fino rotulador rojo. Con cuidado, cogió a la recién acabada grulla y escribió su nombre con letras grandes y no muy claras.
Allegro, Allegretto para sus raros amigos, sonrió mientras volvía a posar la grulla con infinito cuidado. Y él soñaba con volar, como aquella grulla. Con sus gruesas gafas y la batuta hundida en el caos de la mesa, no llegaría muy alto. Hacía tanto tiempo que no escribía una nota, de hecho, que a veces se preguntaba si habría olvidado cómo componer.
Pero una sonrisa pasó por encima de todas aquellas preocupaciones. Simplemente, observando aquel pequeño pedazo de papel retorcido hasta adoptar una forma con sus manos cuidadosas, nuevas notas ya acudían a su mente.
Era lo mejor y lo peor de ser compositor, se dijo mientras suspiraba, se quitaba las gafas y silbaba un poco la nueva melodía que ya creaba. La inspiración siempre estaba presente en todas partes, pero era difícil cazarla.
Y es que lo supo desde siempre -era algo en común con aquella grulla acechante-:
Aquella grulla, congelada en una posición de acecho eternamente, se le antojó cruel. Para ella no pasaría nunca el tiempo. Ese tiempo que amargaba cada minuto de la existencia de su creador. Al menos su creador no cometería el error de Dorian Gray.
Allegro cogió sus gruesas gafas y se las puso. Apartó de un codazo despreocupado el pegamento y las tijeras: buscó entre aquel desorden el fino rotulador rojo. Con cuidado, cogió a la recién acabada grulla y escribió su nombre con letras grandes y no muy claras.
Allegro, Allegretto para sus raros amigos, sonrió mientras volvía a posar la grulla con infinito cuidado. Y él soñaba con volar, como aquella grulla. Con sus gruesas gafas y la batuta hundida en el caos de la mesa, no llegaría muy alto. Hacía tanto tiempo que no escribía una nota, de hecho, que a veces se preguntaba si habría olvidado cómo componer.
Pero una sonrisa pasó por encima de todas aquellas preocupaciones. Simplemente, observando aquel pequeño pedazo de papel retorcido hasta adoptar una forma con sus manos cuidadosas, nuevas notas ya acudían a su mente.
Era lo mejor y lo peor de ser compositor, se dijo mientras suspiraba, se quitaba las gafas y silbaba un poco la nueva melodía que ya creaba. La inspiración siempre estaba presente en todas partes, pero era difícil cazarla.
Y es que lo supo desde siempre -era algo en común con aquella grulla acechante-:
Comentarios
Un beso
Sigue escribiendo: Saywhatyouthink.
Besos!<3
(me siento VIP al leer tus textos antes,
juasjuas)
♥