Un poco de terapia

Vicent dejó algo sobre la mesa. Charli no lo miró; continuó absorta en la contemplación del televisión.
- ¿Cuándo salvaste a ese hombre, Charlie?
-El 25. -dijo sin prestarle atención. Vicent, de pie, anotó algo en su cuadernillo.
Aún podía hacer unas valiosas preguntas sin que Charlie sospechase de sus intenciones.
- ¿Cuál era su nombre?
-Édouard David Lévanet. Creo que se dice así, el apellido sólo lo vi escrito.
- ¿L-é-v-a-n-e-t?
-Sí.
-Lo has dicho bien, sí.
-Odio la ortografía francesa. Y encima ellos se quejan de la inglesa... -gruñó ella, bebiendo de su zumo antes de seguir viendo la serie.
- ¿Cuáles eran sus razones para querer suicidarse?
-Dijo que ayudó a su mujer a morir después de haberla engañado, enfermando por eso.
- ¿Y?
-Y punto. -Charlie alzó los ojos, mosqueada. - ¿Por qué quieres...?
Vio a Vincent tomando notas de pie. Y la grabadora que descansaba sobre la mesa.
-¡Ah, no, Vincent, ni se te ocurra analizarme! -exclamó, intentando arrebatarle su libreta. Él se apartó de su alcance.
-Déjame ayudarte, Charlie.
- ¡No!
-Treinta minutos. ¡Treinta, Charlie! Por favor. Te quiero, Charlie. Y por eso nunca intentaría hacerte daño. Sólo quiero ayudarte.
Ambos se miraron con desafío, jadeando por el forcejeo. Por eso Jac estaba perplejo con su relación de odio-amor.
-El otro día, Jac me decía que cómo podíamos seguir juntos. Tú, un psicólogo incapaz de expresar sus sentimientos, y yo, la sensible médica con diversos problemas psicológicos.
Vincent puso los ojos en blanco, pero anotándose mentalmente por dónde iba la conversación.
-Jac siempre anda metiéndose donde no le llaman. Y más con nosotros. Pero no me has respondido.
Lentamente, Charlie cogió el mando de televisor.
Apagó el aparato.
-Treinta. -advirtió. Sus ojos brillaron con auténtica gratitud, pero decidió no perder el tiempo.
- ¿Qué sentiste cuando se puso en pie?
-Pánico. Estaba al borde de una azotea de doce pisos intentando salvar a un hombre. El terror me ahogaba y él iba a saltar. Creí que no podría volver a subir a un sitio mínimamente alto.
-Calma, ahora estás en casa. -le recordó, al ver que empezaba a palidecer.
-Pero tengo mucha imaginación.
-¿Y qué sentiste cuando cogió tu mano?
-Más alivio que en toda mi vida. Quise abrazarle. Estaba tan aterrorizada que fue él el que casi me abrazó para que no me desplomase.
-Por eso eres médico. Es muy positivo saber ahogar el pánico y liberarlo cuando ya ha pasado el peligro. ¿Qué pasó luego?
-Enseguida llegó la policía. A mí me dejaron irme antes a cassa. Al llegar me tomé un anseolítico.
-Charlie... -dijo Vincent, por primera vez en toda la conversación preocupado.
-No tienes de qué preocuparte.
-Ya te volviste adicta a esa mierda una vez.
-¡Una vez hace ocho años! Cuando era una cría. -exclamó Charlie. Vincent seguía con el ceño fruncido, como si no escuchase sus palabras. -Ya no lo soy. No volveré a caer. Pero realmente necesitaba eso, Vincent, a duras penas conseguí coger el ascensor. Porque me trajo un poli a casa, que si no...
-Tú sabrás. Como has dado a entender, ya eres mayorcita.
-Bien, me alegro de que estemos de acuerdo. -dijo ella.
Feliz por haber pasado la prueba, se puso en pie y le dio un fuerte abrazo.
-Gracias por estar aquí, Vincent.
-No seas pesada. -se horrorizó Vincent, intentando librarse de ella. -Encima de que me preocupo...
-¿Ahora entiendes la sorpresa de Jac? -sonrió Charlie.
Y, como grandísima excepción,Vincent se permitió mostrarle una sonrisa mientras Charlie jugueteaba con un mechón de su largo y lacio pelo negro.
-No podías fumar, como medio mundo. No. Adicción a los anseolíticos. Claro que entiendo a Jac.
-Vaya mierda de psicólogo que eres, ¿no? Entiendes a tu amigo pero no a tu novia.
-Quién te entiende a ti.
Charlie sintió que aquél debía ser su día de suerte, porque Vincent volvió a sonreír.
Durante un momento, su corazón se llenó de amargura. Si Vincent le contase cómo se sentía, qué fácil serían las cosas.
Bueno, y si se dedicase a fumar. Los dos tendrían mucho menos estrés, está claro.

Comentarios

Carlos ha dicho que…
Precioso :)
Besos